domingo, 27 de abril de 2014

Plácida tarde.

Es una tarde tranquila en el plaza, no hay muchas personas al alrededor, el cielo esta despejado y hace un clima agradable; por lo cual he decidido abrir mi diario y tratar de poner en las palabras mis rudimentarios pensamientos. No es para nada una tarea sencilla, casi nunca encuentro los adjetivos o sustantivos que deseo usar en específicas ocasiones, no obstante aquí me encuentro intentándolo.

Me siento un poco a la vieja escuela escribiendo ésto a mano, encontrándome yo en pleno apogeo de la era tecnológica, pero cuando no perteneces a la generación que coincide con esta época es simplemente incómodo tener que cambiar el papel por éstos artefactos, aparatos.

Bueno, me he perdido en divagaciones insustanciales, retomando el rumbo de este escrito, cuyo motivo ha sido este cielo tan espléndido que me ha incautado hoy. Es irónico, pero hasta este momento nunca me había detenido a observar detalladamente este vasto panorama celeste. Me es todavía inconcebible como a mis cincuenta y dos años de edad, no posea algún recuerdo nítido, compacto, de momentos como éste.

Algunos consideran que es ridiculez, una cursilería incluso, que situaciones así te hagan reflexionar acerca de tu vida. Yo, particularmente, tiendo a diferir ampliamente de esa gente. Y es que sino, ¿en cuál otra circunstancia? Es en los pequeños y sencillos momentos como éstos, cuando las cosas más complejas en la vida se tornan un poco más minúsculas ante la vista ingenua de la ocasión.

El espécimen humano es el único que tiene por fundamento la búsqueda de razones por las cuales sufrir, en lugar de disfrutar el presente, el mayor regalo que nos ha conferido esta existencia. No es sencillo encontrar una respuesta al planteamiento que nos proponen en esta efímera pasantía, y muchos se han ido sin siquiera haber disipado su primera dubitativa en cuanto a esta singular problemática a la cual enfrentamos.

Mientras para mí es bastante sencilla esta disyuntiva dado que no busco respuesta, no deseo riquezas, sólo quiero gozar de días así más a menudo.  

martes, 10 de abril de 2012

Thoughts, thoughts. They never leave.

Sentado por lo que podríamos denominar un exhaustivo prolongado momento una cantidad ciertamente llamativa de pensamientos son capaces de cruzar tu mente, ¿Vale la pena seguir intentando? ¿La vida así como la conocemos es correcta? ¿El tiempo podrá ser permisivo y me dejará ojear mi victorias pasadas algún día? ¿POR QUÉ? Ciertamente esta última debe ser la más recurrente, sí así sin tanta formulación ni esfuerzo esa frase sin duda alguna es la visitante privilegiada en cualquier mente. Y es que está en nuestros genes ese instinto de intentar comprender algo que esta fuera de nuestro entendimiento, sí es cierto que la ciencia ha avanzado y la civilización por consiguiente también pero sí te detienes a pensar todos estos innovadores descubrimientos sólo traen consigo más innovadoras y complicadas preguntas. Para mí, particularmente, sabemos un poco más que nada.

La manera en que la personas lidiamos con esta premisa es interesante, muy interesante. Algunos se dedican a indagar más para satisfacer un ansiedad por el conocimiento sin límites, otros devotamente entregan su fe y algunos otros prefieren no complicar más las cosas de que ya estaban al momento de encontrarlas. No hay manera propiamente correcta, es una elección que hacemos en base a nada. Podríamos decir que jugamos en un casino que no cierra nunca, 24 hours all day long. Claro, de más esta decir que esto también es totalmente subjetivo y eso es intrínsecamente un aperitivo para largas e inútiles discusiones, debates, entre otros.

¿Tiro el dardo y decido que hacer? Bah... Mejor sigo leyendo bajo la placentera compañía de la música.

jueves, 15 de marzo de 2012

Pequeña molestia. Pt1: Origen

Las 12:00 pm señalaba el reloj. Había dormido aproximadamente cinco horas. Esta pequeña siesta post día laboral había sido la más larga en mucho tiempo, digamos unos ocho meses.  No fueron siquiera las mejores horas de descanso pero algo es siempre mejor que nada.

Toda esta complicación con mis ciclos circadianos surgió un día que me gusta llamar "El día que el desastre se enamoro de mi aburrida monotonía". No, el nombre lo formule hace unos pocos meses no fue una idea espontánea como se podría inferir. 
  
Haré una pequeña anamnesis, como en el caso paciente-doctor. Me levante temprano de mala gana como solía hacerlo y con un mal humor adjunto a ello. Me dormí mientras tomaba la ducha con agua tibia y me levanto el ruido seco que ocasiono al caer en el suelo la botella de mi shampoo preferido. Me vestí a regañadientes para fingir una sonrisa para que la corrupta sociedad no se antojase de fastidiar mi vida. Al llegar a mi trabajo eso tiende a cambiar un poco y entro en mi personalidad de perfeccionista, escrupuloso y maníaco a la vieja escuela, que me era realmente útil en el invariable papeleo que implicaba mi puesto. Era el contador de una pequeña empresa. Siempre decía que renunciaría a aquella pocilga, irónico fue mi despido ocasionado bajo una serie de inoportunos acontecimientos. 

Me concentraré en estos acontecimientos son la parte que engancha a las personas a mi historia, cruel, cómica o como usted quiera interpretarla. Realizando el agotador papeleo de las transacciones financieras escuche un ruido, no me importo y continué con mi faena. Este ruido se intensifico a medida que mí indiferencia a él crecía. Llegué al punto donde no podía soportarlo más y decidí emprender una exhaustiva exploración de su origen. 

No conocía de antemano la extensión de esto que decidió tomar lugar con determinación en mi alrededor. Siempre espera alguna persona que con afabilidad se tomará un momento para explicarlo. Pero no fue así, y nunca será así de simple.

Un pensamiento recurrente.

Vivo en un lugar donde la inseguridad impera, el miedo reemplaza la alegría, la codicia y el egoísmo crecen conforme las agujas del reloj realizan su movimiento cinético y la respuesta a todas estas premisas es sencilla y se resumen en: "Ya alguien se ocupará de resolver la problemática actual".

Y con esa actitud, lamentablemente, se conforma la mayoría de la población. Preferimos alimentar con nuestros temores a la entidad conocida por Gobierno, esta palabra no es más que un eufemismo para ocultar su enriquecimiento progresivo mediante los impuestos y los fondos públicos. 

Muchos que optan por voluntad propia seguir esta clase de vida son personas que han sufrido lavado cerebral a base de una miserable cantidad de dinero, de nuevo un eufemismo para un retazo de papel. Claro, suma suficiente para subsistir bajo un régimen alimenticio sin muchas sorpresas culinarias.

 La cuestión más importante de esta situación es aguantar, seguir hacia adelante con una actitud en pro del cambio y esperar que poco a poco seamos ejemplos a seguir de una persona y esta sea el ejemplo de otra para sintetizar un ciclo que tardaría en presentar resultados positivos pero su culminación debería arrojar satisfacciones para los participantes. Claro, todo es hipotético y nunca podría cumplirse así pero recuerden la ficción no es más que la verdad dentro de una mentira. 

miércoles, 18 de enero de 2012

Life just happens.

En el transcurso de la vida las cosas sólo suceden... así de simple. Y este hecho inequívoco es algo que no solemos aceptar hasta que acumulamos cierta experiencia recolectada en base a nuestros errores. Solemos planificar todo, calculadores fríos algunos se atreven a autodenominarse. Usualmente, por no emplear la palabra siempre, aquello que planeamos no es ni la sombra de lo que sucedió realmente.

En nuestra corta estadía aprendemos a adaptarnos a lo que una entidad superior nos arroja. Como en el poker, contamos con nuestra mano comprendida por dos cartas. Éstas pueden ser un par de aces, excelente mano inicial así como nuestros brillantes planes para una noche, pero las siguientes cartas en la mesa resultan beneficiar a otra persona y te ves desmoronado en ese instante. Aún así, fue sólo una ronda. El dealer preparará la siguiente ronda y contarás con una nueva estrategia, nuevos planes.

A pesar de estar conscientes de ésto, seguiremos planeando todo y acarreando decepciones por consiguiente. Es nuestra naturaleza soñadora, es nuestra esencia. Algo tan íntimo y tan difícil de arrebatarnos que pareciese ilógico. ¡Somos humanos! A fin de cuentas. 

sábado, 31 de diciembre de 2011

Opportunity.

Mis ojos se abren lentamente y rápidamente exploran mi alrededor en busca de reconocimiento. Me encuentro en mi habitación, tendido en mi cama con un dolor que sólo se le podía adjudicar al exceso de alcohol que me permití no hace muchas horas atrás. Me levanto tras un gran esfuerzo y voluntad para buscar algo con qué  aliviar aquella molesta pesadez. Conseguí un analgésico y lo tomé con algo de yogurt. No depare en revisar su fecha de caducidad, tampoco me importaba. 

Luego de un largo baño con agua tibia y aclarar mi mente como preparación para los exhaustivos flashbacks de la noche anterior. Y sí mientras más empezaba a acostumbrarme a la vida nocturna y de parranda empezaron éstas imágenes de mis actos en los clubes, bares, discotecas, cualquier lugar donde puedas abusar libremente de bebidas alcohólicas y disfrutar de compañía femenina. Aunque la parte molesta no era precisamente la anterior, sino mis famosos momentos bochornosos y ridículos estaban incluidos en éstas y eran los que repercutían en mi mente más a menudo.

Tras una ardua y dura tarde ocasionada por éstos borrosos recuerdos y la resaca, cayó la tan esperada noche para dejar atrás todo aquello. Tenía magníficos planes con una increíble y carismática chica que había conocido en el trabajo. Sí soy empleado, no se sorprendan las noches de parranda no son gratis ni baratas. Prosigo a narrar lo interesante. Su nombre era Danielle, cabello castaño, ojos claros y profundos, estatura promedio; una delicia visual. Fue un desafío conseguirla pero al fin y al cabo cedió ante mis habilidades en el arte de ligar. Habíamos acordado encontrarnos pasado un cuarto de hora después de las nueve en de las discotecas del momento, cuyo nombre es alucinante "Stairway to Heaven," como esa clásica canción de Led Zepellin.

Llegue más que puntual a la cita. El reloj daba las veinte minutos para las nueve. El apuro me arruinó una parte de mi rutina del galán. "Nunca oses a llegar antes que ella" hazla esperar por lo bueno, por lo fantástico. De todas formas era la menor parte de ésta, y fácil de recobrar el terreno. Pero entonces pasó lo inusual, mi vista se nublo repentinamente, mi mente despojada de mi cuerpo y lo vi, tan claro como la luz del día, aquel inmóvil e inerte cuerpo; era yo. Tan inanimado, la vida se daba a la fuga de él y no entendía absolutamente nada de lo  que estaba ocurriendo. No existía. Era un mero observador que no podía ser observado.

La ambulancia arribó a la escena donde ocurrió el improvisto. Danielle también había llegado un poco antes que la ambulancia y se localizaba en mi regazo, llorando. No entendía su reacción apenas sabía mi nombre, y nada más que eso. Y sus lágrimas eran cristalinas y puras. No podía darle crédito a nada de lo que tomaba lugar en frente de mí. Pero no había otra opción. Los camilleros ya habían hecho su trabajo a la perfección: prepararme para el traslado y una intervención médica. No permitieron a Danielle acompañarlos. No estuve de acuerdo con eso.

En la vista de Danielle se reflejó lo impensado. Una colisión entre un auto deportivo y la ambulancia tuvo lugar. Destrozando las esperanza de Danielle, y las vidas de aquellos valientes camilleros y la mía...

Despierto, empapado de sudor, desesperado, aturdido y sin embargo con una sensación de alivio incomparable sin antecedente alguno afirmaba por mí mismo. Estaba seguro que aquel sueño o visión era todo lo contrario a aquellas imagenes de mis actividades extracurriculares, sí ese era un buen nombre, y significaba algo. Una segunda oportunidad. Debía redimirme, no a todos se le otorgaba algo así.

Y ciertamente no fue desaprovechada aquella oportunidad. Llamenla si gustan "2012."

¡Feliz año nuevo!       

viernes, 4 de noviembre de 2011

Memento.

No hace mucho tiempo atrás estas descuidadas y polvorientas ruinas solían ser un pequeño pero muy hermoso pueblo llamado «Río Blanco» antes de aquella tormenta que tomó lugar 12 años remontándose a la antigua década de los 90. Los árboles más altos y frondosos inundaban de una cariñosa y acogedora sombra al pueblo, los pájaros volaban y trazaban magníficas piruetas en sus dominios celestiales, los niños asistían con júbilo a la misa matutina de los domingos y sus cantos irradiaban felicidad y esperanza, mi humilde y afable casa se contagiaba de esta ya que era vecina de la iglesia «Mercy on you» y las vacas eran gordas e impregnaban las narices de todos con su olor muy singular como se debía, sin embargo el particular río que cruzaba el poblado era a quien este debía su nombre y su fama, era angosto y a la vez espacioso y en él habitaban una peculiar especie de peces de escamas blancas brillantes que en las noches hacían lucir al río blanco de gala, todo un espectáculo mis amigos.

 La tormenta no tomó en cuenta nada de estos detalles, ni siquiera meditó para agredir y abatir nuestros aposentos, arrebatar todo el jubilo que se hallaba contenido en estos campos, destruir tal aglomeramiento turístico. Todo fue reducido a ruinas y recuerdos, y desde hace años impera esta triste y melancólica atmósfera.