viernes, 4 de noviembre de 2011

Memento.

No hace mucho tiempo atrás estas descuidadas y polvorientas ruinas solían ser un pequeño pero muy hermoso pueblo llamado «Río Blanco» antes de aquella tormenta que tomó lugar 12 años remontándose a la antigua década de los 90. Los árboles más altos y frondosos inundaban de una cariñosa y acogedora sombra al pueblo, los pájaros volaban y trazaban magníficas piruetas en sus dominios celestiales, los niños asistían con júbilo a la misa matutina de los domingos y sus cantos irradiaban felicidad y esperanza, mi humilde y afable casa se contagiaba de esta ya que era vecina de la iglesia «Mercy on you» y las vacas eran gordas e impregnaban las narices de todos con su olor muy singular como se debía, sin embargo el particular río que cruzaba el poblado era a quien este debía su nombre y su fama, era angosto y a la vez espacioso y en él habitaban una peculiar especie de peces de escamas blancas brillantes que en las noches hacían lucir al río blanco de gala, todo un espectáculo mis amigos.

 La tormenta no tomó en cuenta nada de estos detalles, ni siquiera meditó para agredir y abatir nuestros aposentos, arrebatar todo el jubilo que se hallaba contenido en estos campos, destruir tal aglomeramiento turístico. Todo fue reducido a ruinas y recuerdos, y desde hace años impera esta triste y melancólica atmósfera.